La Biblia nos insta a orar en todo tiempo y en todo lugar. Clemente y misericordioso es Dios. A él le satisface escuchar el clamor de su pueblo, y ver su confianza depositada en él.
El ha dicho: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt 11:28), y como buenas necesitadas acudimos. ¡Qué invitación más preciosa y oportuna para quienes vivimos agobiadas por los problemas, enfermedades y necesidades en general!
Pero al participar de varios grupos de “whatsapp” veo oraciones y motivos de oración que van y vienen por diferentes causas, y me llama poderosamente la atención que mientras es completamente correcto traer a él nuestras necesidades, nuestras oraciones tienden a enfocarse el 99.99% de las veces en el hombre y su problemática.
Jesús nos enseñó a orar: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tú nombre,..”. Aun me falta por ver ese tipo oración… Oraciones enfocadas en Dios. Oraciones en reconocimiento de él. Oraciones destinadas a alabarle, bendecirle y darle las gracias, no por lo que él nos da o puede dar, sino por quien él es. ¡Oraciones de adoración!
Amén de lo que necesitamos, el Señor nos ha coronado de favores y misericordias. El es bueno y eternamente fiel. En consecuencia, debemos hacernos la práctica de alzar más nuestra voz para bendecirle, para glorificarle y para derramarnos en expresiones de amor delante de Su presencia.
Amadas, él es digno de toda honra y loor. El es digno de nuestra adoración. No reduzcamos nuestra oración al simple acto de pedir. Alcemos regularmente nuestra voz para ensalzarle, para publicar Sus bondades y para proclamar Su glorioso nombre.
“Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una Su nombre” (Salmos 34:3).
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