“… Y habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
ni desmayes cuando eres reprendido por él…” Hebreos 12:5-11
En mi última reunión de apoderados recibí a los padres con este texto bíblico escrito en la pizarra. Realmente provocó una
buena reunión. Cuando en los colegios se sufre la maldad del que se siente superior, el que insulta, ofende, hace bullying (intimidación), violencia psicológica, agresión física; y cuando hablamos de lo que ocurre en la sala de clases, en los pasillos de una escuela o entre apoderados y maestros, es casi imposible no tocar el punto de “la autoridad y disciplina del hogar”. Hay un reconocimiento generalizado de que cada vez es más difícil hacer clases y cada vez es más difícil hacer familia.
Cuando veo el programa de televisión “Nanas a domicilio” donde estas observan durante toda una semana la problemática
de los padres con sus hijos, siempre resultó que la solución comenzaba por el cambio y respeto a las nuevas reglas. Muchas
veces vi cómo estas “nanas” encararon a los padres por su falta de autoridad, y cómo acostumbraron a sus propios hijos a la
irreverencia, los insultos, la manipulación, la desobediencia y a malos hábitos que, fi nalmente, desde muy temprana edad
les permitieron desarrollar conductas rebeldes.
El concepto de autoridad apareció en Roma como opuesto al de poder. El poder es un hecho real, una voluntad se impone a otra por el ejercicio de la fuerza; en cambio, la autoridad está unida a la legitimidad, dignidad, calidad, excelencia de una institución o de una persona, es decir, como le dijera un alumno a su padre después de ser citado a Inspectoría General:
“Tienes el poder para obligarme, pero NO la autoridad para que te siga”.
La Autoridad es el arte de conseguir que la gente haga lo que tú quieres debido a tu in uencia personal (eso se llama Liderazgo también). La autoridad tiene que ver con el Ser, el poder tiene que ver con el Hacer; y como padres, se ejercen ambas.
TENGO QUE SER PARA HACER… mi voluntad es que mis hijos me obedezcan, me respeten, tengan valores. Y esos los practiquen
en la escuela, en la universidad, en el trabajo, y, a futuro, en su vida como adultos.
Oración: Dios, rogamos por aquellos que sufren violencia en los colegios, que tu mano poderosa les alcance y
Hacerlos vivir libres de ese clima de maldad y maltrato.
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