Los Planes y sueños de Dios (Salmo 25:4; Proverbios 3:5-6; Hechos 9:6)
¡Qué importante es la oración que acabamos de hacer! Dios tiene un plan y un sueño para cada congregación en particular. Cuántas
veces hemos insistido en adoptar “modelos de éxito” de otras iglesias en las nuestras. Pero la iglesia en la cual usted se congrega es única, porque su gente es única. Si la iglesia quiere saber cuál es su propósito, este no lo encontrará enviando a mensajeros a congresos, cumbres, encuentros, plenarias, asambleas, cruzadas o como quieran llamarles a estas actividades que proliferan hoy en día; sino que lo encontrará cuando la iglesia, rme y unánime, determine preguntarle al dueño de la obra en oración qué desea para ella.
Saulo creía estar haciendo bien las cosas. Todo lo que hacía era producto de su celo religioso. Pensaba que estaba haciendo la
voluntad de Dios. Sin embargo, en su experiencia camino a Damasco, no sólo se dio cuenta de que estaba muy lejos del plan de Dios, sino que sus actos eran un verdadero obstáculo para el desarrollo de los propósitos del Señor. A veces en nuestra vida, los
siervos y los ministros también debemos caer al suelo para darnos cuenta que no estamos haciendo la voluntad de Dios.
Hace unos días, me contaba un misionero que en su jardín salió una mata de tomates. La regó, la cuidó, le amarró sus ramas y le
puso unos palos para a rmarla; pero la mata de tomates no daba frutos, aun cuando se veía grande y verdosa. Un día recibió la
visita de un amigo, ingeniero agrónomo, y le contó el problema de su querida mata de tomates. El ingeniero tomó un palo y
empezó a darle golpes a la mata de tomates de tal manera que saltaban sus hojas. El misionero no podía creer lo que estaba observando.
No recuerdo por qué razón el ingeniero hizo eso, pero lo cierto es que la mata se fortaleció, oreció y dio varios, ricos y grandes, tomates.
A veces necesitamos también unos “buenos palos” o unas “buenas caídas al suelo” para volver en razón, tal como sucedió con Pablo, y darnos cuenta que estábamos haciendo nuestros propios planes y no los del Señor. Frente a esto, nace entonces la siguiente
pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga (“o hagamos”)?
Pidamos a Dios que los siervos, los pastores y las iglesias locales estén más avocados y ocupados en comprender y ejecutar más
los planes de Dios.
Oración: Señor oramos para que los planes y sueños que tú tienes para cada iglesia puedan ser puestos en el corazón de tus
siervos.
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